Desde los primeros tiempos del esperanto, diversos colectivos atisbaron las posibilidades y ventajas que ofrecía el idioma internacional. Los médicos vieron en él un posible lenguaje para la comunidad científica; la Cruz Roja, una forma de actuar en una situación con heridos en un campo de batalla; los invidentes (sobre todo aquellos que hablaban lenguas minoritarias), una vía de acceso a la cultura internacional.
Simulacro de la Cruz Roja en un parque de Barcelona durante el V Congreso Universal de Esperanto (1909)
Otro de los grupos que echaba de menos la existencia de una herramienta de comunicación internacional era el de los coleccionistas (con los filatélicos a la cabeza).
El primer sello de correos de la historia (Foto Wikipedia)
En 1864, Georges Herpin había acuñado el término philatelie para referirse a la afición nacida unos años antes y que se conocía como timbromanie. La afición consistía en coleccionar todos los modelos diferentes de sellos editados desde que la reforma postal del Reino Unido introdujera el primer sello de correos en mayo de 1840. Pronto se crearon sociedades filatélicas que divulgaron sus propias revistas.
Imágenes de http://michel.herve.free.fr
Algunas de las publicaciones más prestigiosas en ese ámbito, como la Revue philatélique, dieron cabida en sus páginas a artículos favorables al esperanto e incluso escritos en la lengua internacional. En ocasiones, fue el interés filatélico el que permitió el avance del esperanto. Por ejemplo, el primer esperantista belga fue el farmacéutico Armand Dethier, director de L'Annonce timbrologique. La lectura de un artículo de Louis de Beaufront en La Gazette timbrologique sobre la utilidad del esperanto convenció a Dethier para aprender el idioma en 1893 y convertirse en uno de sus más firmes defensores.
El esperanto fue ganando rápidamente terreno en el mundo del coleccionismo. En 1901, tres asociaciones (francesa, inglesa y húngara) se unieron en una sociedad internacional de coleccionistas de postales.(1) Sus más de 1.200 miembros intercambiaban tarjetas postales por otras de valor similar y utilizaban el esperanto como lengua de trabajo. La necesidad de un vocabulario específico pronto fue atendida por René Lemaire, que en 1903 compiló el primer glosario de términos filatélicos en francés y esperanto. En 1928, el estadounidense Herbet Scott publicó un glosario algo más amplio en cuatro idiomas (E., inglés, francés y alemán) y con definiciones en esperanto.
En 1924 las asociaciones esperantistas de coleccionistas y filatelistas fundaron la revista Amikeco, que pronto popularizó las postales itinerantes (migrantaj kartoj), cuyo objetivo era ampliar la red de personas con las que los coleccionistas intercambiaban objetos. El emisor de la postal la enviaba a un coleccionista de otro país, solicitándole que a su vez la enviara a otro coleccionista de un tercer país. Cada nuevo coleccionista tachaba su propia dirección y añadía una nueva, hasta que el quinto devolvía la postal al emisor original. De este modo, transcurrido un tiempo, el emisor recibía su propia migranta karto con direcciones de otros coleccionistas de todo el mundo y sellos y matasellos diversos.
Migranta karto subastada en eBay
Entre los sellos con los que regresaban las migrantaj kartoj, no pudo haber ninguno con el texto en esperanto hasta que en 1925 se editó en la Unión Soviética el primero de ellos, dedicado a A. S. Popov, inventor de la radio (con permiso de Marconi y de Tesla).
Fotos de Marian Vochin
Sin embargo, ya antes de la primera guerra mundial se habían utilizado postales itinerantes similares. La de la imagen inferior fue enviada en 1913 por Andreo Cseh, creador del sistema de enseñanza de esperanto que lleva su nombre.(2) En este caso, las postales servían también para recopilar información sobre el número de esperantistas y grupos activos en distintas ciudades.
En Barcelona también se editaron postales itinerantes, que fueron utilizadas en buena medida por los coleccionistas catalanes.
Obsequio de Ana Molera
Más antigua que la idea de las postales itinerantes es la de las revistas itinerantes (rondirantaj gazetoj). Según L. Cogen, la idea de las rondirantaj gazetoj se tomó de los estenógrafos, que hacían circular sus manuscritos entre colegas para perfeccionar el arte de la taquigrafía mediante la lectura y corrección recíprocas.(3) En 1902, el francés P. Bavay creó el grupo Rondo Internacia l'Unua. El club, formado por un miembro de cada nación, produjo la revista Rondiranto. El iniciador escribía un artículo (original o traducido) en un cuaderno y lo enviaba a un miembro de otro país, quien leía y corregía el artículo y añadía otro más. Después de pasar por todos los miembros del club esperantista en los distintos países, el cuaderno manuscrito regresaba a manos de Bavay. Esta forma de perfeccionar el uso del esperanto cosechó pronto imitadores y algunos de estos cuadernos fueron posteriormente impresos como revistas.
En España, el pionero Ricardo Codorníu (1846-1923) creó en 1904 toda una serie de rondirantaj gazetoj: Vaga Stelo para extranjeros, Hispana Stelo para españoles, Murcia Stelo para esperantistas de la región de Murcia y Arbara Stelo para artículos técnicos de ingenieros de montes.
Página de una rondiranta gazeto manuscrita (Fuente: Roland)
(1) A. P. N.: «Internacia Societo de Poŝtkartemuloj», Lingvo Internacia, 10-11 (1901), pp. 131-132.
(2) En el espacio web del coleccionista rumano Marian Vochin pueden verse la cara y el reverso de este modelo de postal en blanco editada en Cincinatti (Ohio).
(3) Enciklopedio de Esperanto, Budapest, 1933-1934, p. 469.